martes, 6 de octubre de 2009

Opinólogo

Lo de ser periodista, conductor/a, actriz, actor, ya pasó. En la tele el nuevo curro es otro: el de opinólogo.

Si bien parece un concepto ambiguo, se trata de una tarea bien fácil: te sentás en un sillón en un programa de la tele, te tirás el ropero encima procurando siempre terminar en pseudopelotas, y hacés comentarios bien boludos e irritantes sobre algún escándalo en boga. (Cabe señalar que si se trata de un hombre, se recomienda vestir algún traje a lo “División Miami” y si tenés unos cuantos pirulos mostrar un look pendeviejo).

La consigna es decir lo primero que se te viene a la mente con respecto a lo que pasó la noche anterior en “el musical de los sueños”, principal fuente de contenidos, aunque lo ideal es complementar también con los dichos de revistas y otros programas amarillistas. Los temas que se eligen para hablar y sentar una opinión deben cumplir con la premisa de “cuanto más polémico, de interés particular y tonto, mejor”. Y listo ya está, sos opinólogo. Por supuesto que los argumentos jamás tienen que investir gran profundidad, por el contrario. Para eso tenemos los programas serios y aburridos de análisis político, de interés social o cultural, que además tienen claros “defectos” como el de contar una tarea de producción y con invitados con formación especializada en la temática; labor de investigación o creación artística; y el peor de todos, la idea de aumentar el conocimiento o aportar un pensamiento crítico a la audiencia. Pero por “suerte” son los menos…

La tele está llena de opinólogosas de alto voltaje. Otra data a tener en cuenta para convertirte en uno, es que resulta imprescindible no contar con formación académica o cultural alguna, y si la tenés, que no se note. Además, la fuente principal de los comentarios consiste en la “vasta” experiencia personal con la que cuentan los opinólogos. No alcanzaron grandes logros, no tienen trayectoria, no ganaron ningún premio, no desarrollaron capacidad ni habilidad alguna –salvo la de opinar idioteces- ni tampoco son famosos aunque buscan serlo a costa de otros. Para esclarecer: criticar las actitudes, habilidades, vidas ajenas sin tener ni la mitad de la actitud, habilidad que esas personas tienen, y mucho menos, una vida propia porque la premisa es vivir a través de los demás.

Si se analiza con más profundidad, se puede ver que conviven distintos estilos. Los más picantes lo conforman el “estilo grupal”. Se pueden encontrar opinólogos de este tipo en programas como intrusos, infama, animales sueltos y tantos otros… Se basan todo el tiempo en escándalos y supuestas primicias y llenan las tres horas de su programación hablando de las nuevas tetas de las hermanas Algunas les cabe el estilo feminismo, onda mañaneras, un grupo de mujeres criticando y hablando todas a la vez, ya entradas en años, que están siempre ofuscadas fiscalizando la vestimentas o los novios de pseudomodelos o vedettes, porque ellas ya perdieron sus figuras para lucir esas ropas, son solteronas o tienen a su lado ejemplares de Homero Simpson.

Estilo panelista invitado. La condición es haber tenido un minuto de fama previo como puede ser un Jacobo Winograd, un Guido Suller, una Natalia Fassi, como para nombrar algunos casos e ir a uno de los programas chimenteros a exponer su visión sobre escándalos que remotamente tienen que ver con ellos.

Por último, tenemos el nuevo estilo “Amalia Granata”, que se resume en volverse opinóloga permanente de la realidad del mundillo polémico del jet set, lugar que se gana porque tu ex pareja se la pasa cambiando de novia como de medias, saliendo con todas las vedettes del ambiente, lo que te da material para mantenerte opinando por mucho tiempo.

Lo expuesto es sólo una pequeña síntesis de esta nueva labor que conlleva gran sacrificio y preparación. Si tenés una duda vocacional y no sabés cuál camino tomar, qué mejor para enriquecerte y enorgullecer a los tuyos que opinar boludeces en televisión…

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