martes, 20 de octubre de 2009

Volvela a ver

Creo fervientemente que el domingo es día de peli. En especial, esos domingos lluviosos de invierno, cuando lo que más disfrutás es ver esas películas que ya sabés de memoria pero las verías un millón de veces más. Sí, de hecho ésta es la número 35 que la vez.

Ya te sabés los diálogos, los gestos, los movimientos, la música que acompaña la trama. Y aún así te morís de risa hasta destartalarte, como la primera vez. O te llorás un mar como la primera vez. O temblás del miedo y chequeás que no se te aparezca nada en la ventana, como la primera vez.

Aunque seguramente no sea igual porque no te genera un efecto sorpresa, y una no es la misma persona, y eso de que un pez nunca se baña dos veces en el mismo río…

Sin embargo, el factor “sin sorpresa” no te impide tirarte en tu sillón favorito –frazada en mano- o en tu cama a mirar por decimoquinta vez la típica comedia romántica, o la hilarante película independiente, el drama más complicado de la historia. Quizá sea la sensación reconfortante de saber en cuál es la parte en que nos vamos a reír hasta quedarnos sin aire, o el anticipo de saber que ya viene, que nos involucramos el triple y la disfrutamos el triple.

En otros casos será la añoranza de recordar con quién vimos esa película de terror; ese abrazo que nos alivió y ese primer beso que nos robaron. Relacionamos esas películas con recuerdos que seguramente disfrutamos, porque sino no estaríamos perdiendo el tiempo de verla de nuevo. Al contrario. En mi caso me da tanta bronca cuando me clavé con alguna peli que fue un plomazo que no hay forma que me detenga a verla por segunda vez ni aunque fuera la mayor obra maestra existente.

También disfrutamos con la peli archivista porque nos convierte en expertas del detalle. Jugamos a prestar atención a los extras, a chequear la continuidad, apreciar los planos, analizar la banda de sonido y hasta encontrarle algún defecto-aunque sea un granito- a la diosa de Uma Thurman, Penélope Cruz o Cameron Díaz, que la protagoniza.

Capaz te enganchás con las viejas pelis nacionales como los bañeros, alguna de olmedo y porcel, películas pochocleras de la preparatoria yanqui, alguna cursi, de amor eterno estilo Titanic, de baile tipo Billy Elliot, la inolvidable Bailarina en la oscuridad, o tantas otras, mientras estás cocinando, escribiendo, atendiendo a tus hijos, charlando con amigas, o estás sola y te hacen compañía y te permiten distraer tu mente de las miles de obligaciones que te acechan.

Lo lindo de volver a ver esas pelis que viste cincuenta mil veces, supongo que no es otra cosa que meterse en los personajes, elegir involucrarte una vez más. Poder apretar el botón de repeat cuantas veces quieras, y revivir esa historia con la que en algún punto te identificás más de lo que podés imaginar y verla de nuevo. Asombrarte con su efecto sin sorpresa una vez más.

No hay comentarios: