martes, 28 de julio de 2009

"Alguien tiene que ceder"

No sé si es su poder de brujas o adivinas pero las madres y las abuelas siempre tienen razón. A veces me resisto a creer y acatar ese consejo sabio adjudicado a la experiencia y los años, pero resulta que siempre termina por ser cierto.

En este caso fue mi abuela “lo que se cede desde el principio difícilmente se recupera”, me dijo hablando de la convivencia, y agregó “hay que tenerlos cortitos”. Hoy me pregunto… ¿en qué estaba pensando cuando no la escuché?

No es que mi novio no haga nada pero odio que haya pequeñas tareas que estén patentadas sólo con mi nombre, que yo sea la única capacitada para realizarlas… ¿qué tiene de difícil sacar la basura, o reponer el papel higiénico del baño, o el jabón para lavarse las manos? No entiendo porqué bajar la tapa del inodoro es una misión imposible ni la diversión de desperdigar los pañuelitos descartables usados por todo la casa, cuando resulta un juego mucho más entretenido intentar embocarlos en el tacho de basura.

Es difícil entender la función ornamental de los zapatos con punta metálica que usa para la fábrica (que son un símil de dos embarcaciones porque calza 46) en el medio del living-comedor, y mucho más complejo de comprender es su fascinación por los folletos de universidades extranjeras que rondan toda la superficie del departamento como si se tratara de una de esas ferias para universidades extranjeras.

Si de ceder espacio se trata, últimamente siempre me toca dormir en la orilla del colchón, pegada al precipicio con una mínima porción de sábana y muerta de frío, ya que la frazada y el acolchado mágicamente se corren para el lado opuesto.

Pero alguien tiene que ceder, como decía la película, y a decir verdad él cede en muchas cosas por eso creo que hacemos una buena pareja. Cocina variedades de arroz, me abraza y me da la campera que lleva puesta cada vez que tengo frío (algo que sucede muy seguido), cada noche me trae vasos con agua a la cama como sabe que me gusta, lava los platos mientras yo me baño, pone y saca la mesa y otros mil detalles dulces como postergar las obligaciones que tenga que hacer para compartir un rato conmigo. Oficialmente, le toca pasar la aspiradora (que implica el 80% del departamento) y es el encargado de mover y conectar la tele desde el living hasta el cuarto.

Ahora que lo pienso, no estoy tan segura de lo que me decía mi abuela, porque si bien siempre hay que ceder, sobre todo al principio, es así como también se ganan cosas. A veces nos persiguen esas labores odiosas, pero son insignificantes cuando una se pone a pensar que al otro también le tocan tareas fastidiosas, que las hace igual, y que lo lindo de convivir es hacer sentir cómodo y contento al otro, es ceder del mismo modo en que la otra persona lo hace. Es cierto, lo que cedés no se recupera, pero sólo cediendo se ganan otras cosas mucho más interesantes. Creo que ésta es la parte que mi abuela se olvidó contarme.

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