martes, 6 de enero de 2009

Ajustar el reloj


Hoy me permito convertir este blog en una especie de diario íntimo. Me mudé a Villa Mercedes, San Luis. En lo que a primera vista puede parecer la clásica “Todo por amor” (memorable película en la que Julia Roberts deja todo para estar al lado del hombre del que se enamoró) elegí acompañar a mi pareja en esta aventura, largué todo y me vine para acá con mis bártulos (que no son pocos, para ser exacta 37 cajas o bultos, entre ellos mi teléfono de Mickey Mouse -adorado objeto que recuerda tiempos pasados del uno a uno-, según la empresa de mudanzas).

La realidad es que mientras mi pareja está trabajando todo el día en una empresa del parque industrial (trabajo que muy merecidamente se ganó y razón por la cual nos vinimos, entre algunas otras) yo empiezo a palpar Villa Mercedes, empiezo a palparme a mí misma, lo bueno y lo malo, mis estupideces y mis bondades, mis pensamientos acertados y desacertados.

Resulta fácil figurar el choque de tiempos, estilos, tonadas, gestos, entre Villa Mercedes y quien escribe.( Por momentos creo que tengo una especie de cartel de neón que dice porteña cuando en realidad soy bonaerense pero para acá es casi lo mismo). Pero es sobre todo del ritmo y del tiempo que quiero hablar hoy.

Debo confesar que desde mi primer día de estar acá comencé a exasperarme: media hora para que me atendieran en un bar; el tema de la llave del departamento que debía facilitarme la inmobiliaria pasó a transformarse en una cuestión de Estado ante el primer inconveniente; la cajera del supermercado que me armó un escándalo cuando al querer pagarle con 100 pesos una compra de 30 pareció como si la hubiera amenazado con una bomba en lugar de ofrecerle un billete; o como cuando al querer dejar un cv en una consultora de trabajo tuve que presentar más papeles y requisitos que para sacar mi cédula de identidad; o el tema de poco menor de querer imprimir un documento word en un cyber que es como pretender querer imprimir una gigantografía en un locutorio para plotear un colectivo.

La irritación que sentía ante la lentitud, acostumbrada a la inmediatez de Buenos Aires que no te deja un minuto siquiera para respirar profundo, me carcomía por dentro. Y así pasó mi primer día, mi segundo, mi tercero, hasta que pude entender la diferencia que supone tomarse el tiempo necesario para hacer lo que sea que uno haga, con goce, con disfrute y con un sentido. Empecé a entender y disfrutar viendo las acciones casi parsimoniosas con las que los mercedinos hacen su trabajo y viven su cotidianeidad. El porqué ese tiempo para ellos vale y en todo caso, soy yo la que debo ajustar mi reloj.

Lo cierto es que siempre pensé que quien viene de afuera debe adaptarse al lugar que llega si pretende conquistarlo y promover buenos proyectos, buenas ideas, hacer aportes y aún hasta mejorarlo. Siempre lo pensé pero nunca lo había practicado, y como es sabido hay una diferencia abismal entre la teoría y la praxis, entre la declamación de un pensamiento y su puesta en práctica desde el propio comportamiento. Pero como todo, el darse cuenta ya es un buen signo, un primer paso, ahora estoy en el camino de intentar llevarlo a cabo.

Al principio de esta confesión conté que mi venida a Villa Mercedes se podía interpretar como un episodio digno de un título taquillero de película romántica, yanqui y pochoclera como “todo por amor”.

Ahora me parece que mi mudanza acá va más como un viaje de autoconocimiento, hasta diría una elección hasta un poco egoísta de mi parte (en relación a mi pareja) para encontrarme a mí misma diferente, arriesgada, como siempre quise ser, a la cual le cabe más un título como “Perdidos en Tokio”, o una más pochoclera como “Antes del amanecer”, o cualquiera que se pueda leer como un camino para conocerse a uno mismo.

1 comentario:

P.E.P.E. ® dijo...

y me parece coincidente en muchos aspectos lo que te sucede.. es como "la bienvenida al ajeno", si se puede llamar de alguna manera...
en fin, el cambio siempre es bueno.. y trae consigo nuevas responsabilidades y retos...

a tomarselo con calma.
Yo, en mas de un año en mendoza.. aun no me recupero del todo.. je!
pero uno se enriquece..
he ahi lo bueno.
he ahi.

un gran saludo