martes, 9 de diciembre de 2008

Te llamamos por el puesto de…


Estás esperando en un hall grande con otras 80 personas. Estás preparada: bien vestida, maquillada, con la calculadora (porque a pesar de que cuando te llamaron por teléfono para coordinar la entrevista le dijiste que habías estudiado comunicación social y que no entendías la razón por la cual te la pedían, tanto insistió la de RRHH que la llevaste). 

Paula y Ramiro, de la consultora vienen a buscarte, a vos, y a esas 80 personas que también esperan que empiece el proceso. Se presentan, hacen unos chistes malos y te hacen pasar a una sala.

Te reparten unas hojas para comenzar el examen de comprensión de textos y otro de razonamiento numérico. ¡Números! Pensás: “estos boludos se equivocaron”. Cuando llamás a uno de ellos para preguntarle el motivo de que alguien orientado a las ciencias humanas tenga que hacer una prueba numérica, te contestan que en realidad es la política de la empresa.

Agarrás la calculadora, que no te acordás ni cómo se usa, y te ponés a hacer ambas pruebas. Te llaman al día siguiente para avisarte que pasaste; no lo podés ni creer. Arreglás para la entrevista grupal.

Ese día te encontrás con otras 8 personas que aspiran a tu mismo puesto. María, también de RRHH de la consultora, reparte unas hojas y pide que te dibujes debajo de la lluvia. Como ya es sabido, si te dibujás sin paraguas, sin piso, quiere decir que tenés problemas, entonces procedés a dibujarte con paraguas igual que las otras 8 personas que ya saben de este tipo de pruebas. 

Luego, para evaluar tu desenvolvimiento en el trabajo de grupos y tus capacidades de liderazgo plantean el típico caso de que viene un terremoto, se acaba el mundo, hay una nave o un globo para salvar sólo a una persona, y vos que anteriormente tuviste que elegir un personaje famoso sin “saber” la consigna, tenés que convencer al resto de porqué vos sos quien debe salvarse. María va anontando todos los comportamientos en su cuaderno. Hasta cuando estornudaste. Milagrosamente fuiste seleccionada junto a otra persona. 

La entrevista personal empieza con Jimena, de RRHH de la propia empresa ya no de consultora externa, contándote un poco acerca de la misión, los valores de la organización y de qué se trata el puesto para el cual te postulaste. Como si fueses una niña de jardín de infantes,  siguiendo las supuestas técnicas de reclutación de personal te habla con un tono de voz de maestra ciruela que te dan ganas de matarla. Te decidís a darle una oportunidad y obviar el tono.

Comienza tu turno. “¿Qué me podés contar de vos?”, pregunta la perita en RRHH. Si le confesás de una que te exaspera la gente que usa un tono pedagógico porque cree que la otra persona en caso contrario no va a entender empezás mal, así que decidís arrancar con la típica. Hablás de tus estudios universitarios, de tu experiencia laboral, tus conocimientos de idiomas y sistemas. Inevitablemente llega la original pregunta… “¿Cuáles considerás que son tus fortalezas y debilidades?” No lo podés creer. Otra vez la misma pregunta. ¿Por qué no cambian el cuestionario? Qué tal un desafío sobre cómo comunicar en una situación de crisis de la empresa, no sé, la renuncia inesperada del presidente o cómo evitar un escándalo mediático por un caso de soborno o despidos masivos. No, resulta demasiado para Paula. 

A esta altura te dan ganas de decirle que sos perfecta y que no podrías nombrarle una fortaleza porque tendrías que pasarte todo el día. Te armás de paciencia e inventás la respuesta que sabés, es la que quiere oír.

Después de casi una hora de charlar con Paula, ya se cree tu amiga y comienza con las preguntas íntimas sobre tu familia, tu pareja, tus amigos, tus hobbies, tu perro, los lugares por donde salís, qué te gusta hacer, qué tipo de ropa interior usás y hasta llegás a pensar si no es media rara o te está tirando los galgos.

Te propone charlar otro rato en inglés. Para terminar te dice que la decisión final entre vos y tu rival no pasará de esta semana, y que te llamarán por sí o por no.

La semana siguiente no te alejás del teléfono ni para bañarte. Los días pasan y ni una llamada. Ni por sí, ni por no, ni por un tal vez. Finalmente ante la desaparición repentina asumís que la elegida fue la otra. Y así es como esa persona, tan adecuada al perfil del puesto que la empresa necesitaba, no puede resolver un simple problema de sentido común. Sucede que en el proceso no estaba previsto, el perfil no lo indicaba, los de RRHH no lo habían contemplado en sus originales test de reclutamiento. ¿Acaso es tan difícil darse cuenta si a alguien nació para esa profesión, para desempeñar ese trabajo? Por muchos de los ñoquis que se ven en las empresas, se podría decir que la gente de RRHH encuentra esta tarea un tanto complicada. 

Propongo entonces que se autorecluten para pensar cómo hacer más creativa, original y acertada sus entrevistas laborales.

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