martes, 21 de octubre de 2008

Disney nos quemó la cabeza


Estás cansada. Después de un arduo día de trabajo, tu príncipe azul te espera en casa.

Emocionada con la idea de atravesar la puerta y recibir como bienvenida una cena romántica, o ser asaltada con un beso furtivo, uno de esos besos de película que te cargan de energías; llegás y la escena es algo diferente a la que habías imaginado. Zar del sillón, tirado en calzones, con el control remoto en una mano, y un vaso de cerveza en la otra, mirando el partido te dedica un hola oficial, sin sacar la vista de la pantalla. Inevitablemente te quedás pensando… ¿qué pasó con mi príncipe azul? ¿será que no existe ese hombre preocupado y aguerrido que lucha por conquistar a su doncella?

Ahí, justo ahí, parada en la puerta, atestiguando el estado de letargo de mi amado, encontré la respuesta que motivaba mi interrogante y su consecuente sentimiento contradictorio: “Disney nos quemó la cabeza”.

El gigante de la fantasía se consagró a cultivar en nuestras inocentes y precoces mentes, desde nuestra más tierna infancia, la idea de que la vida es como un cuento de hadas y que ese príncipe azul, estaba ahí afuera, esperándonos para ser felices por siempre.

Alimentó nuestra imaginación con la utopía del hombre ideal, caballero, que nos despertaría todos los días con un beso romántico, con gusto a fresias, y que lucharía con el más malvado de los enemigos por cuidar nuestro honor. Un hombre que nos declararía su amor cantando o que nos rastrearía por todo el reino hasta encontrarnos, teniendo sólo como referencia el talle de nuestro zapato. Y no podemos olvidar, la moraleja más importante: que los sueños siempre se vuelven realidad...

Nosotras, como buenas alumnas, aprendimos el concepto y nos aferramos en la búsqueda de nuestro príncipe azul. Un chico que nos abra la puerta antes de entrar a cualquier sitio, que nos invite todas las salidas, que nos pase a buscar y nos devuelva, que nos regale un ramo de flores porque sí y no con la excusa de un aniversario o reconciliación. Que nos declare su amor desde un dirigible con forma de corazón para que el mundo entero lo sepa, que sea buen candidato para presentar en casa, que sea amigo de tus amigos y amigas, y que tenga ojos sólo para vos.

Entonces, en ese afán, buscamos, y buscamos, y buscamos más. Ningún candidato nos convence.

A pesar de los chascos, seguimos buscando. Aún cuando estamos a punto de perder nuestras esperanzas la voz de campanita nos dice que está ahí afuera, y a estas alturas, quizá un poco por producto de nuestro cansancio o de las ganas de dar con el correcto, nos enamoramos de Jorge, nuestra alteza de cabotaje.

Ya en brazos de nuestro hombre asumimos nuestro papel de damiselas: vamos por la vida cantando (a pesar de que aullemos), hablándole a los animales, queriendo hacer de nuestro monoambiente un castillo, como en los cuentos… De pronto, la realidad te golpea: a la tercera vez que le cantás su canción favorita para despertarlo por la mañana, él te pide que te calles porque estás aniquilando el poco oído que le quedaba sano. Tu perro, te mira con cara de naipe cada vez que le dirigís la palabra, y se va corriendo a su cucha, el gorrión se hace el dormido, y tu gato se pone nervioso y amenaza con arañarte. Parece que una bomba atómica cayó en tu monoambiente: ropa tirada por todos lados, los platos sucios apilados de casi una semana, y sólo un estoico yogurt vencido en la heladera; más que un castillo parece un rancho.

¿Entonces todo fue un engaño? ¿Disney me quemó la cabeza?

Sí, Disney nos quemó la cabeza. Eso y omitió contar la parte más interesante, que es la que sigue al “y vivieron felices por siempre”, porque seguramente el príncipe se cansó de besar a la bella durmiente todos los días para que se despertara y le compró un despertador. Y la cenicienta tuvo que retomar los quehaceres domésticos porque no alcanzaba para pagarle a alguien, por el tema de la crisis financiera y la inflación. Y Blanca Nieves tuvo que entregarse al botox para mantener su status de la más linda del reino, que igualmente le sirvió un tiempo, porque ahora de tanta cirugía se parece más al abominable hombre de las nieves. Y así, y así.

2 comentarios:

clecktus dijo...

Toda mujer tiene la idea del príncipe azul en la cabeza, el que luego de mucho buscar seguro que encontrara, pero si seguís con la idea de que todo es color de rosas desde ya te digo que las cosas no son así.
El hombre caballero, romántico, que lucharía por vos y tiene solo ojos para vos no es una utopía, lo que pasa es que estas tan preocupada por buscar el ideal que en alguna ocasión estuvo frente a tus ojos y no lo viste o no lo supiste diferenciar.
La pareja, es lo que la palabra misma te dice PAREJA, y si las cosas no se hablan es prácticamente imposible que se complementen y lleguen a quedar parejos, si alguna actitud de la persona que tienes a tu lado te molesta se dialoga y se llega a un acuerdo en común para solucionarla, ningún zapato tiene tu horma exacta sino que se amoldan tanto tu pie al zapato como el zapato a tu pie.
El SR. Disney solo mostró que no hay diferencias económicas, religiosas o de cualquier otra índole que vayan en contra del AMOR, ya no hay barreras para el amor. Al amor no le importa los problemas financieros, ni siquiera al físico de las personas sino a lo que tenemos dentro, lo que sentimos, a nuestra esencia.
Eso es lo que me enseño EL SR DISNEY.
Si no es así creo que deberías ver y rever muy bien su películas y ver lo que enseño y no lo que crees.
Es muy difícil explicar el AMOR a alguien que verdaderamente al parecer nunca estuvo ENAMORADO.
El AMOR es eterno, eso no lo debes olvidar y si tu AMOR por alguien se acabo, razona nunca estuviste ENAMORADA.

NaT dijo...

yo no soñe con el principe azul y de todos modos me toco jajajaajajaja