viernes, 3 de octubre de 2008

Tiburones


La incertidumbre ya no me dejaba elegir entre un Pantenne control caída y un Sedal brillo sedoso. Para el hombre común o la mujer despreocupada representa una nimiedad, pero para una chica que debe conciliar precio-calidad para que su voluminosa cabellera no adquiera vida propia implica una decisión casi controvertida.

En ese instante caí en la cuenta de que me parecía más al Emo de Capussoto, esa alma sensible repleta de dudas existenciales, que a mí misma. Me dije: tengo que cortar con esta indecisión, que entendí tenía una raíz mucho más profunda que el shampoo: era la incertidumbre con Pablo.
Unas horas más tarde alcanzada esta relevante conclusión, ensayaba el discurso en mi mente antes de verlo. “Necesito que hablemos. Mirá Pablo, vos sabés lo bien que la paso con vos y todo, pero…” Ya iba por mi décimo noveno intento, cuando sonó el timbre. Era Pablo. Me pasaba a buscar para salir.

Vestida para la ocasión, ni tan arreglada para que no piense que me tiraba el placard encima sólo para él, pero tampoco en pintas como estoy en casa para no parecer una linyera (todavía no llegamos a esa etapa de confianza) y para mostrar cierto interés. “Ahí bajo”, le contesté. Acto seguido fuimos a tomar algo. Pedimos un buen vino tinto, y envalentonada por el grado etílico que hacía efervescer mi sangre y liberar mi boca inicié mi confuso discurso. Debo decir que los ensayos me sirvieron porque me salió bastante parecido, pero me emocioné un poco: comencé con que necesitaba saber a dónde iba nuestra relación, que las cosas cambian, que naturalmente uno necesita evolucionar y necesita más del otro, y que como mujer, que es independiente, y valora su tiempo, y en fin… Su expresión, sin embargo, iba mutando de su magnética sonrisa, a un esbozo, hasta una sonrisita nerviosa e irónica. Pablo se quedó unos cuantos segundos tildado, tratando de formular una frase para simular su interés en la conversación. Sin más, sorprendida por su silencio, arrojé de pronto la pregunta fatal “decime algo, ¿qué somos?” “tiburones”, me respondió. “¿Qué somos?”, repetí, “tiburones”, insistió. Igual que en la publicidad.

Pensé que quizás me hablaba de un especial de animal planet, pero no. En el horóscopo chino, soy perro, no tiburón, y en el normal soy toro. ¿Tiburones?

Se puede ser novio/a, concubinos, amigos con derechos, sólo amigos… ¿pero tiburones? 

Me desarmé de la vergüenza y le pregunté: “¿Cómo somos los tiburones?”. Me miró con su mejor sonrisa y me contestó, “Tiburones”. Y la verdad, con él no me pude resistir, tiene ese demagógico poder sobre mí. Ahora soy tiburona.

1 comentario:

Trini dijo...

Sii! maldigo el momento en que una dice "Todo muy lindo, pero ¿qué somos?"... esperamos desesperadas la proposicion!!